DIÁLOGOS SOCIOLÓGICOS: una apuesta por una sociología más allá de la academia

Hugo Daniel Galván Ferman[1]

Resumen: En este texto narro cómo nace “Diálogos Sociológicos”, en qué experiencias previas se basa y en el esfuerzo de sus integrantes para organizarlo. Remarco al final que la sociología es lo que es debido a sus condiciones materiales y sociales de posibilidad, y que "Diálogos" busca aportar a eso.

Tiempo de lectura: 25-30 minutos

Introducción

El próximo sábado 12 de agosto de 16 a 18 horas en la Biblioteca Vasconcelos[2] (o “BV”) inicia “Diálogos Sociológicos” (o “DS”), una actividad organizada por once personas que nos dedicamos a la sociología (estudiantes, egresadas, licenciados), pertenecientes a distintas universidades de la Ciudad de México y Estado de México (UAM Azcapotzalco, UAM Xochimilco, FCPyS, FES Aragón, FES Acatlán). Nuestra planeación consiste de momento en siete sesiones semanales, cuyos temas van desde qué es la sociología y para qué sirve, las relaciones sexoafectivas, la revisión del Estado mexicano, la oposición, la ciudadanía y las próximas elecciones, lo que implica la inteligencia artificial en el mundo del trabajo y la producción científica, así como la representación de nuestras subjetividades en el activismo que hacemos en las distintas redes sociales de internet.

¿Cómo surge “Diálogos Sociológicos”? Dos experiencias previas

El origen de esta actividad tiene distintas razones. En un principio se iba a llamar “Café Sociológico”, pues seguía los pasos del “Café Filosófico” que lleva más de un año desarrollándose en ciclos en la misma BV[3], y del “Café Sociológico”, que por allá del 2016 tenía sus sesiones en la periférica FES Acatlán (mi facultad). A continuación, comento mi experiencia con cada uno y en qué consisten.

Mi conocimiento del primero era básicamente por su promoción en carteles que la biblioteca hacía, pero nunca había ido, sin embargo, un lunes del pasado junio, sin planearlo, fui a reposar mis alimentos a los sillones que están en el “Vestíbulo de Dirección”, lugar idóneo para descansar en la biblioteca debido a sus cómodos sillones. Ahí habían acomodado muchas sillas de manera circular, a las cuales no les tomé importancia, pero, de repente, cercano a las cuatro de la tarde, eran ocupadas por personas de distintas edades: mis ojos entrenados en la distinción de las clases sociales me decía que en su mayoría eran estudiantes de universidades públicas o egresadas, pero también había uno que otro maestro y gente de la tercera edad que ocupa la biblioteca como pasatiempo y refugio, de acuerdo a lo que yo he visto y lo que los mismos bibliotecarios me han comentado; en total éramos alrededor de setenta almas. Así, hacía presencia el compañero que manejaría la sesión. Nos dio la bienvenida al Café, nos dijo que el tema a tratar era “¿Qué es sobrepensar?” y preguntó si para alguien era su primera vez en una sesión[4], justo para dar una breve introducción de quiénes eran, cómo se desarrollaba el Café y comentar las reglas de convivencia. Nos dijo que son un grupo de egresadas y egresados de la carrera filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuya agrupación se llama “Filosofía en la Ciudad”[5]. Además de dar el Café en la biblioteca, lo llevan a otros lugares a través del programa PILARES[6] del gobierno de la Ciudad de México, y por fuera lo imparten en recintos de colonias de clase media de la ciudad, como la Narvarte Poniente, Roma Norte o la librería de El Péndulo de Polanco, donde cobran cien pesos mexicanos por persona (seis dólares aproximadamente). La actividad giraba en torno a la pregunta, el moderador problematizaba a través de distintas dinámicas e iba dando las participaciones en orden circular contrario a las manecillas del reloj. Sobre las reglas de convivencia se remarcaba que si ibas a hacer mención de la vida de alguien lo hicieras con el mayor respeto posible y tratando de omitir nombres. Ah, y algo nodal que casi se me pasa y debe el nombre a la actividad, el hecho de tomar café: había un dispensador de agua fría y caliente, donde los asistentes pasaban con su tazas, termos o vasos a prepararse esa bebida negra.

No presionaré a mi mente para recordar las opiniones, comentarios, análisis, que se hicieron sobre qué era “sobrepensar” y así hacer por mi cuenta un análisis sociológico de todo ello (así somos los sociólogos y sociólogas, inevitablemente analizamos la mayoría de las cosas que experimentamos), pues no es el objetivo de este escrito. Lo que sí quiero mencionar es que después de terminada la sesión una actividad de ese tipo me pareció muy necesaria y pertinente, pero desde una perspectiva sociológica. Como mencioné, allá por el 2016 en Acatlán, cuando cursaba el segundo o tercer semestre de la carrera mis compañeros y compañeras de otros semestres organizaban el Café Sociológico. De este no puedo describir una sesión porque nunca fui, lo que sé es por lo que me han contado y por leves recuerdos que tengo como espectador lejano. Básicamente era muy similar al Filosófico, se tomaba café, té y seguramente también alguna bebida alcohólica[7], se planteaba un tema y sobre ello se debatía de manera horizontal en grupo o en parejas; incluso a veces se invitaba a un profesor o profesora de la carrera para que hablara de algo, pero sin el rigor de cumplir los papeles que hay en una clase. Estoy seguro que esa actividad fomentaba mucho la socialización de estudiantes de los distintos semestres, sin embargo, tenía algo que iba en contra de ella en la opinión pública de la facultad y de muchas más facultades de la UNAM: el lugar donde se llevaba a cabo era un espacio liberado por estudiantes, las llamadas “okupas” o “espacios autogestivos”. En aquel tiempo en Acatlán (y apuesto estas manos con las que escribo a que aún es así) todos los salones estaban cerrados, únicamente los profesores que daban clases podían abrirlos por unas llaves que les daba el Programa de cada carrera, lo cual dificultaba contar con un lugar para hacer este tipo de actividades[8]. Si bien, áreas verdes hay de sobra en mi querida facultad, nos es lo mismo tener a tu disposición un lugar cerrado cuando se te plazca, con sillas, pizarrón, iluminación y electricidad para una resistencia que caliente agua.

Con estas experiencias previas y con el conocimiento que tenía organizando grupos de estudio, tanto onlines como uno presencial, vi la posibilidad de organizar un Café Sociológico nuevo. Sin embargo, sabía que no podía, ni tampoco quería, organizarlo solo, por eso me di a la tarea de buscar a otras y otros con el mismo interés.

 

La primera etapa de la organización

Con mi amiga Berenice tengo una página en Facebook que se llama “Comunidad de Acción Sociológica C. A. S”[9], que nació a raíz de que ella y yo ganamos democráticamente en el 2019 la representación estudiantil ante el Comité del Programa de Sociología[10] en Acatlán (mencionar que la fórmula de Bere y mía nació por la organización que teníamos con otras amistades). Está página la ocupábamos para mantener comunicación con nuestras compañeras y compañeros que representábamos, así como para organizar con nuestra agrupación la ida al Quinto Foro de Estudiantes de Sociología en la Universidad de Guanajuato campus León, allá por noviembre del 2019. Conforme pasaba el tiempo empezamos a hacer y compartir memes que tenían que ver principalmente con las vivencias de las y los estudiantes en la carrera de sociología, pero también los había con cierta carga teórica y empírica. De trescientos seguidores pasamos a dos mil en unas cuantas semanas por los memes[11], y así hasta tener más y más[12]. Personas que se dedican a la sociología y otras que no, de las distintas partes de México y de los países latinoamericanos principalmente, empezaron a interesarse por nuestra página.

Este alcance de audiencia me permitió convocar a personas interesadas a formar parte de los Grupos de Estudio Online de Sociología que se realizaron en el verano del 2021 aún en pandemia, autogestivos, gratuitos y abiertos a todo el público; y más recientemente, a inicios de este año, al grupo online de Sociología de las Relaciones Sexoafectivas, este ya organizado por Gabriela, Tefy, Carlos y yo. Este tipo de actividades han abierto las puertas a otros que estudian sociología y a mí para conocernos y hacer amistades a la distancia. Por lo regular uno o una solo conoce a las personas de su facultad o de su generación, sumando aquella gente con la que llegas a hacer amistad en los congresos y otros contados lugares. Ahí entra internet y sus redes sociales, porque siendo un poco activo por allá puedes conocer gente similar a ti. En el caso de Twitter te permite socializar con compañeros, compañeras, profesores, profesoras, gente del mundo de la sociología de otras facultades, no solo de México, sino de otros países.

Siguiendo esta línea, con el escenario que mencioné en el previo apartado, con el alcance que podía tener la propuesta (ya había preguntado en mi página y en Twitter si una actividad así era de interés y algunas personas comentaron que sí), con las redes y amistades que había hecho, sabía que el “Café Sociológico” tenía esperanzas de nacer y mantenerse. Inicié preguntando en el grupo de WhatsApp de Sociología de las Relaciones Sexoafectivas si alguien quería formar parte de la organización y llegaron muchas interesadas e interesados; después lo hice de manera indirecta[13] en mi página de Facebook, en mi perfil personal de Twitter y marginalmente en mis estados de Instagram y WhatsApp. Fue así que cerca de 40 personas formamos el primer grupo en WhatsApp. Como dije, algunas ya nos conocíamos de otras actividades similares, algunas teníamos una amistad fuerte o habíamos estudiado en la misma facultad, e incluso nuestras generaciones habían coincidido, había quienes nos conocíamos de Twitter y otras que nunca nos habíamos visto.

Lo primero sobre lo que nos pusimos de acuerdo por el chat fue elegir el lugar, el día y el horario aproximado del Café: la Biblioteca Vasconcelos[14], en sábado, cerca del mediodía. La actividad seguiría la misma dinámica de las experiencias previas: un debate horizontal respecto a un tema específico, desde una perspectiva sociológica o lo más allegada a esta, donde existiera una o más guías/moderadores de la discusión. Los temas y su problematización serían propuestos por las organizadoras y organizadores, teniendo en cuenta que contamos con cierto conocimiento al respecto. La biblioteca te pide registrar la actividad a través de un formato, el cual fue proporcionado por el compañero Omar, debido a la cercanía que tiene con la misma biblioteca, pues hace voluntariado allí los sábados, además de que ya ha dado cursos en ella, como el de la propuesta sociológica de Pierre Bourdieu junto a su amiga Harumi, en agosto del 2022.

Nuestra primera reunión presencial fue el sábado 8 de julio. De las cuarenta y tantas personas solo fuimos diez. Pudimos completar mucho de lo que el formato pedía, incluyendo los temas. Aquel día proyectamos que el Café iniciara a mediados de agosto, y que antes de la primera sesión oficial organizáramos una sesión piloto para sopesar el grado de interés, mejorar ciertas dinámicas, entre otras cosas. Los detalles que nos faltaban los fuimos atendiendo a través de reuniones online. Se votó el horario definitivo y ganó el de 16 a 18 horas[15]. Para que no hubiera confusión con el Café Filosófico la biblioteca nos pidió que cambiáramos el nombre, así que elegimos el de “Diálogos Sociológicos”. Respecto a los temas de política de Estado, la oposición y la ciudadanía se nos pidió que en el nombre de la sesión omitiéramos palabras específicas como “4T”, “oposición” y relacionadas, debido a las filiaciones políticas dentro de la burocracia de la Secretaria de Cultura. Además, la biblioteca les pide a los talleristas que es necesario recomendar bibliografía relacionada con las sesiones, y que al menos un libro esté en el acervo de aquella, para que el público pueda consultarlo o llevárselo a sus casas, lo cual fue atendido. Sobre el lugar específico se eligió el mismo del Café Filosófico, el “Vestíbulo de Dirección”, por su amplitud y comodidad.

El día que elegimos para la sesión piloto fue el sábado 22 de julio en la misma Vasconcelos. Ese mismo día entregaríamos el formato y una carta obligatoria dirigida al director.

La sesión piloto: experiencias al estudiar sociología

La convocatoria para esta sesión la hicimos a través de un cartel que ocupaba la estructura de una invitación para cumpleaños, la cual tiene su idea principal en cierta corriente de memes que se basan en imágenes de personajes de Disney o series infantiles y que van así: “te invito a primera funa”, “te invito a que me pagues lo que me debes”, “te invito a mi casa a follar”. Nosotros y nosotras ocupamos al hombre araña, a Barbie, a las personajes de My Little Pony y el Rayo McQueen: “Te invitamos a la primera sesión piloto de Diálogos Sociológicos”. Hubo contadas personas a las que les pareció grotesca la invitación, pero la intención de hacer un cartel así fue llamar la atención y conectar, lo cual se logró bastante. Además, era parte de esta distancia que queríamos tomar respecto a los eventos académicos que ocupan métodos más formales, y es que a nuestro parecer le dio un aire más relajado y de confianza a las expectativas sobre la sesión. El nombre que elegimos fue “Inquietudes, anhelos, problemas y experiencias al estudiar sociología”.

Les citamos al cuarto para las 16 horas, en un espacio muy amplio que está escalonado y se encuentra pasando la entrada principal de la biblioteca a la derecha, y les dijimos que nos buscaran a través de un cartel con el nombre de "Diálogos Sociológicos". Antes de eso, Omar y yo estuvimos hablando con Jorge Hernández, el jefe de Servicios Educativos, quien sería el encargado de aprobar la actividad y apoyarnos con toda la situación burocrática. Omar cumplió un papel muy importante, porque él días previos les estuvo comentado la idea a Jorge y a su asistente Mariana, lo cual hizo fluir mucho la aprobación de DS. A eso de las 15:30 mis compañeras que también organizan, Sahad y Laura, ya habían llegado con otras personas que las acompañaban, nos reunimos con ellas y estábamos esperando a Bere, porque ella traía la cartulina para hacer el pequeño cartel. En eso, y mientras yo les comentaba un poco de lo que habíamos hablado con Jorge, llegó un chico que se llama Armando y nos preguntó “¿Ustedes son los de Diálogos Sociológicos?”, a lo que respondimos afirmativamente y bromeamos sobre esa capacidad que tenemos de reconocer a otras y otros que estudiaron lo mismo que tú. Algunas personas dirán que por las indicaciones que habíamos dado lo más obvio y seguro era que Armando nos reconociera, pero nos parece un hecho que las personas que estudiamos sociología, y carreras como antropología social, filosofía e historia, principalmente, tenemos cierto habitus corporal que nos delata en la manera de vestirnos, en la forma de hablar, en nuestra forma de pararnos, corte de cabello y demás[16].

Cuando llegó Bere hicimos el cartel y lo peguemos en los vidrios que separan del interior de la biblioteca aquel espacio al aire libre donde se llevaría a cabo la sesión. Empezaban a llegar las personas, que se iban sentando en los distintos escalones que recuerdan a los teatros de la Grecia antigua, y a su vez también llegaron nuestras compañeras Betzaida y Andrea, y nuestro compañero Víctor, que son parte de la organización. Anunciamos a quienes estaban que les habíamos citado al cuarto para dar ese tiempo de tolerancia y empezar a las 16 horas en punto. En ese pequeño intervalo sucedió algo que había descartado, pero no me sorprendió. A través de los vidrios transparentes veía acercándose a una policía mujer y a un policía hombre, que son parte del cuerpo de seguridad de la biblioteca. Ellos y ellas se encargan de revisar la entrada y salida de esta, verifican si el libro que te llevas realmente lo sacaste en préstamo tú, te dicen que no puedes ingresar al acervo general con mochila a menos que traigas tu computadora o seas una persona con rasgos europeos o del Asia oriental[17], son de los que dan sus rondines por los distintos pasillos, de los que te dicen que la biblioteca está a punto de cerrar, y que incluso me han ayudado a correr a las personas que no están comiendo en el área específica de la biblioteca que es solo para comer, cuando no hay una mesa ni asiento disponible, justo para yo evitar el posible conflicto con otros usuarios. Seguramente llamamos su atención, pues ese espacio escalonado es de los más solitarios de la biblioteca, y al verlo llenarse era difícil ignorar. Sin esperar a que se dirigieran a alguien específico me adelante al encuentro y la policía me preguntó “¿qué están haciendo?, ¿quién les dio permiso de hacer esta actividad?”, a lo que contesté tranquilo pero un poco molesto “nadie, es una biblioteca pública y estamos haciendo uso de un espacio público, eso es todo”, y ella “pero necesitan el permiso de alguien, ¿quién autorizó?”, y yo “le repito, estamos haciendo uso de un espacio público. Pero bueno, le comento, es una sesión piloto de un taller que ya registramos oficialmente en la biblioteca y sale en agosto”. Ante nuestra actitud de no dar un paso atrás la mujer se alejó un poco y comunicó a alguien por radio sobre lo que había hablado conmigo. En eso, su compañero me dijo que no podíamos tener ese cartel pegado en los vidrios, a lo cual no opusimos resistencia y quitamos, pero para ahora recargarlo en uno de los escalones. La policía regresó y, como si fuera la primaria o secundaria, nos dijo que nos hablaban en dirección, que forzosamente teníamos que estar autorizadas y autorizados para hacer algo así. Ante lo absurdo de su petición y que ya eran las cuatro me negué, sin embargo, Víctor, que no sería moderador ese día, comentó que él podía ir, y le acompañaron Sahad y Omar.

Relaté lo anterior porque me parece que la actitud de los policías tiene algo de relación con la negación de espacios en Acatlán que anteriormente señalé. Al menos en estos lugares que están a cargo de una administración burocrática debemos pasar por las formas que nos dan para poder hacer uso de ellos. Más tarde, cuando ya se desarrollaba la sesión mis compañeros y compañera regresaron, Jorge Hernández les acompañaba y este nos comentó a todos que los policías habían pensado que estábamos a punto de tomar la biblioteca, pues en los edificios a cargo de la Secretaria de Cultura del gobierno federal es muy común que los sindicatos así operen cuando quieren hacer escuchar una demanda. Obviamente nosotros no teníamos el más mínimo interés de hacer eso, pero si atamos cabos, se puede entender la similitud con las prácticas de la organización estudiantil en universidades públicas: tanto la burocracia de estas, como las de gobierno, no tienen inconveniente que se lleven a cabo actividades que tengan que ver con el fomento de la ciencia o el arte, facilitan los espacios, pero los regulan a tal punto que les permita evitar la disrupción del orden que tratan de mantener, y que puede ser arrebatado por la organización estudiantil y los sindicatos.

La primera pregunta de la sesión

Ya en el desarrollo de la sesión mi compañera Laura y yo dimos la bienvenida. Siguió nuestra compañera Bere y lanzó la siguiente pregunta a las más de setenta personas que ahí se encontraban: “¿cómo se relacionan con otras personas que no estudiaron sociología o una ciencia social? es decir, ¿qué significa pensar sociológicamente la mayoría del tiempo y relacionarse con otras y otros?”. Siendo honesto no recuerdo a detalle lo que las y los demás comentaban, quizá me alteró un poco lo vivido con los policías, pero hablaré sobre un caso que permite desarrollar una idea importante.

Una compañera hacía referencia al choque que como sociólogas y sociólogos comúnmente nos pasa si tenemos un origen en los distintos estratos de la clase popular: el cuestionamiento y crítica de los roles de género tradicionales en la familia. Ella comentaba el caso de su abuela, quién atendía a los hombres al servirles de comer y que veía mal que ellos realizaran ese acto tan simple por ellos mismos, juzgando a las demás mujeres si no les atendían[18]. A pesar de eso, la compañera decía que ella no podía pelearse con su abuela al punto de que dejara dichas prácticas, pues entendía de qué época y socialización venía. Esa actitud de entender, más que de juzgar, sobre todo con personas muy cercanas y que están atadas a mecanismos de dominación, era la constante entre las personas que participaron. Lo anterior se relaciona con uno de los argumentos principales que el sociólogo francés Bernard Lahire desarrolla en su libro En defensa de la sociología, que dicho sea de paso, será uno de los textos principales que recomendaremos para la primera sesión del próximo sábado, titulada “¿Qué es la sociología?, ¿sirve de algo?”. Ahí Lahire se enfoca en los casos de personas que cometen crímenes, y cómo los gobiernos que ponen mucho énfasis en la responsabilidad individual utilizan discursos para imponer la idea de que el delito se resuelve a través del engrosamiento del aparato represivo del Estado en todas sus formas: mayor número de policías y mejor equipados, modificación a las leyes para obtener más años de cárcel o incluso la pena de muerte. Me atrevería a decir que dicho discurso punitivista es el que está socialmente más aceptado aquí en México para hacer frente al crimen.

Pero, dice Lahire, si hacemos que la sociología avance y se posicione en la discusión pública, haremos que como sociedad vayamos entendiendo que este tipo de actos delictivos tienen su razón de ser más en cuestiones sociales que en la capacidad individual de cada persona: “Entender no es juzgar. Pero juzgar (y castigar) no impide entender” (Lahire, 2016, p. 31). Como Pierre Bourdieu nos comenta: “Me parece que hoy el investigador no tiene elección; si tiene la convicción de que hay una correlación entre las políticas neoliberales y la tasa de delincuencia, una correlación entre las políticas neoliberales y todos los signos de aquello que Durkheim hubiese llamado anomia, ¿cómo podría no decirlo?” (2002, p. 18). Este “saber comprometido”, como diría Bourdieu, permite “resolver los problemas de un modo que no implique la exclusión (encarcelamiento, apartamiento o confinamiento psiquiátrico) o la destrucción del otro (pena de muerte). […] Sólo el distanciamiento y la desindividualización del problema permiten considerar soluciones colectivas y duraderas” (Lahire, 2016, p. 36).

Si bien, se podría decir que el papel de dominación masculina que recae en muchas mujeres mayores de las clases populares no se compara con los casos de delincuentes que en su mayoría cometen crímenes contra personas de su misma clase, sí podríamos comentar que una de las características principales del espíritu sociológico es la de entender antes que juzgar. Eso nos permite posicionarnos de una manera específica en cada asunto, que tiene todas las señales de una necesidad de relacionarnos de una manera más ética y responsable con las otras personas.

La segunda pregunta de la sesión

Cuando Omar regresó de platicar con Jorge se pudo integrar a la moderación de la sesión, y en el momento que encontró pertinente detuvo las participaciones que hablaban de la primera pregunta y lanzó las siguientes: “¿qué pasa con el mundo laboral de los sociólogos?, ¿qué experiencias han tenido?, ¿han podido trabajar en algo relacionado con la sociología?”. Las respuestas generales se podían dividir en dos grupos, en los casos de trabajar en instancias gubernamentales y por otro lado en el sector privado, pero que al final terminan uniéndose, porque el escenario laboral que ofrecen no es el más digno.

El consenso de las y los que estábamos ahí era de que insertarse en el mundo académico, el espacio idóneo para desarrollar la sociología, era muy difícil. Muchos de nosotros y nosotras hemos tenido que recurrir a vender nuestra fuerza de trabajo en áreas de recursos humanos de las empresas, en call centers, montando nuestro propio negocio, y no está mal, pues “hay que comer”, como diría Bere. Dos compañeras que contaron sus experiencias sobre trabajar en recursos humanos muestran la tendencia que hay en el sector. Una de ellas nos decía que la empresa para la que trabajaba la responsabilizaba si una de las personas que contrató renunciaba, es decir, gana por la cantidad de empleados contratados que se mantengan. A la otra, en su calidad de socióloga y por lo tanto su capacidad de entender los comportamientos sociales, le preguntaban por qué la gente que contrataban renunciaba tan rápido. Si bien, las compañeras no dieron detalles sobre las empresas específicas que eran para entender mejor el contexto, tal vez una de las respuestas que se podría dar es el sueldo y las condiciones laborales, que al no ser las mejores, las personas optan por irse. Gente conocida que trabaja en la misma área me han dicho en otro momento que las empresas no quieren oír eso.

En los casos del sector público mencionaré dos. El primero, el de una chica que comentó su experiencia laboral trabajando en PILARES (el programa arriba mencionado donde se desarrollaba el Café Filosófico). En este trabajo tu responsabilidad consiste en dar talleres relacionados con el arte, la ciencia, conocimientos técnicos, deporte, en colonias específicas de la Ciudad de México que sufren de violencia y desigualdades. Sin embargo, la organización es pésima, al punto que te ponen a dar talleres para los cuales no estás preparada o preparado, y en palabras de la compañera “tienes que poner de tu propio dinero”, ya que te cambian sin previo aviso el lugar a donde tienes que ir a dar el taller y no te dan para tus pasajes, o en el caso de que alguno necesite un material y no lo haya muchas veces te ves obligado indirectamente a desembolsar para cubrirlo. Recuerdo que en este punto de la conversación general, tantos eran los casos de abuso y explotación de nuestras experiencias laborales, que cada compañera o compañero cuando terminaba su participación optamos por aplaudirle para darle ánimos. De alguna manera, esa catarsis sociológica nos hizo sentir apapachadas y apapachados, escucharnos los unos a las otras y viceversa fue por un momento un abrazo al alma.

El segundo caso fue el de un profesor de universidad pública que no tenía contrato laboral fijo, lo que al menos en la UNAM se conoce como profesores de asignatura, los más vulnerables y que pueden correr en cualquier momento. Él nos dio una recomendación, que en la medida de lo posible hiciéramos contactos no solo con personas del mundo de la academia, sino de otras partes. Eso ayuda mucho para involucrarte en proyectos y que obtengas trabajo. En algún momento esto le permitió entablar amistad con una doctora con planta en su universidad, lo cual lo hacía participe de proyectos, y dado su trabajo y esfuerzo le permitió convertirse en maestro. Lamentablemente para él, su empeño no sería reconocido por dicha doctorada, ya que, en un punto, de tanta carga y abuso laboral decidió protestar, y nos comentó que bastó solo esa vez para darse cuenta del tipo de persona que era la doctora, la cual le dijo que gracias a ella él estaba donde estaba, demeritando así todo el trabajo del compañero. Pareciera que en la academia, sobre todo en la de ciencias sociales o humanísticas, este tipo de prácticas no existen, pues sería una antinomia que dado que estudian los mecanismos de dominación que hay en el mundo social, no estarían del lado de replicarlo en su mundo laboral, dado que el objetivo de las universidades públicas es generar un beneficio para la sociedad, haciendo avanzar el conocimiento, la crítica y formando lo mejor posible a las personas para el trabajo. Pero no es así. La academia replica los mismos mecanismos de exclusión y abuso que nos encontramos en el sector privado. Se puede ver muchas veces en los concursos para competir por una plaza de tiempo completo, cómo un grupo dentro de las universidades crea un escenario para que dicha plaza la gane alguien allegado a ellos. O los casos donde encargados de un proyecto o con plazas fijas abusan de sus subordinados de las siguientes maneras: plagiando (por ejemplo, el caso del 2022 en El Colegio de México, donde el exalumno Miguel Ángel Berber fue plagiado en su tesis de licenciatura por el investigador Pierre Gaussens, recibiendo este un castigo irrisorio en comparación con el que aplican a estudiantes), robando ideas (una compañera en la sesión piloto mencionó que un proyecto de cultivos que ella misma realizó se lo apropió un doctor de su universidad), acosando sexualmente (el caso más sonado recientemente en la sociología mundial es el de Boaventura de Sousa Santos), o no teniendo eficiencia al organizar congresos (el Congreso Latinoamericano de Sociología que se desarrolló en agosto del 2022 en la UNAM dejó ver cómo a la Asociación Latinoamericana de Sociología le importa poco si la gente viaja de otros países y no pueden dar su ponencia en las mejores condiciones, pues los proyectores no servían, carecían de personal y culpaban a los voluntarios, sus enlaces de zoom estaban rotos, pero no fuera un académico o académica de renombre, porque a ellos les daban los mejores auditorios y empezaban en tiempo y forma, y por supuesto, que cobraron en 20 dólares o más por participar). Con lo anterior no quiero decir que todas las personas que trabajan en la academia sean así, ya que hay muchas y muchos que por su labor sostienen un lado ético y de esperanza, pero lamento decir que por mi experiencia y la de muchos la constante no es esa.

Lo último que se comentó en la sesión lo quiero juntar con el cierre de este escrito.

A modo de cierre

Sumado a nuestros relatos y el apoyo colectivo se fue asomando esa idea que mencionó el compañero, la de tejer redes. Más que por una cuestión laboral (que estaba), se vio el deseo de organizarnos como sociólogas y sociólogos para hacer distintas actividades desarrolladas con nuestra carrera. Se ventilaron muchas ideas, y para tratar de canalizar las ganas les pasamos nuestros contactos para crear un grupo de WhatsApp, y al final nos tomamos una foto para recordar ese bello momento.

En mi experiencia organizando este tipo de actividades sé que llevan tiempo, que a pesar de toda ese hermandad y energía colectiva y que sientes que puedes hacer la revolución, luchar contra las malas prácticas no son enchiladas, como decimos en México. Nuestros trabajos, nuestros deberes en casa y otras ocupaciones parecen no dejarnos tiempo para la organización. Pero a través de conocer a otras y otros, saber que no solo tú pasas por experiencias de abuso, conectar a través del dolor (diría el mismo compañero y profesor), se vislumbra la posibilidad de hacer algo, y la tarea titánica se hace menos pesada con un gran nivel de participación. Siento que los Diálogos Sociológicos nos pueden brindar esa posibilidad, pues en su origen siempre ha estado ese deseo, no solo asistir los siete sábados a sus sesiones de dos horas, sino ver qué más podemos hacer. Tenemos esa gran responsabilidad, de organizarnos y construir lo que se nos ha negado: mejores condiciones para la realización de la sociología.

Una de las grandes interrogantes que nos deja tiesas y tiesos a la mayoría, que se nos hace difícil responder en las fiestas familiares, y que veremos en la primera sesión como comenté, es “¿qué es la sociología?”. Más que dar una respuesta sobre que es una ciencia social que estudia los comportamientos y prácticas de las personas, me parece que no debemos olvidar que la sociología misma está atada a sus condiciones materiales y sociales de posibilidad. Es decir, que, si la sociología es lo que es, es porque hay personas investigando, leyendo, editando libros, dando clases y aprendiendo, haciendo memes que generan conexiones, vídeos en YouTube o el TikTok, con páginas en Instagram o Facebook, dedicándose a otras cosas pero sin dejar esa perspectiva sociológica crítica, o llevándola a debate en bibliotecas públicas, luchando por el recorte a su matrícula, resistiendo al desempleo o protestando en congresos latinoamericanos mal organizados. Yo personalmente ahora estoy más seguro de saber qué responder cuando me lo vuelvan a preguntar, pero la otra persona tendrá que saber que la respuesta no es inmediata.

 

Por último, quisiera agradecer a Gabriela, Berenice y Michelle por leerme y darme sus comentarios antes de publicar este texto. Valen mil. 

 


 
Foto de la sesión piloto
 

Bibliografía

Bernard Lahire, 2016, En defensa de la sociología: contra el mito de que los sociólogos son unos charlatanes, justifican a los delincuentes y distorsionan la realidad, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.

Pierre Bourdieu, 2002, “Por un saber comprometido”, en P. Bourdieu, Selección de artículos de LE MONDE diplomatique, Santiago, Editorial Aún Creemos En Los Sueños, pp. 17-21.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Egresado de sociología de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM. 

[2] La Biblioteca Vasconcelos está ubicada en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México.

[3] Hay que aclarar que toda actividad dentro de la biblioteca es gratuita para el público, y en algunos casos para las y los ponentes llega a haber un apoyo económico para sus pasajes.

[4] Un señor que se sentó junto a mí se saludó con un chico, al parecer ya habían frecuentado el Café en otras ocasiones, o tal vez habían coincidido en una actividad similar en la biblioteca.

[5] En Facebook los encuentran en el siguiente link: https://www.facebook.com/FilosofiaEnLaCiudadfilunam

[6] Su nombre completo es “Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación, Y Saberes”. Es un programa social del gobierno de la Ciudad de México, que sirve para dar una primera experiencia laboral a muchas egresadas y egresados de universidades, dando talleres que tienen que ver con lo que estudiaron y otras veces no tanto. 

[7] Aquí no se estigmatiza esta práctica en universidades públicas.

[8] La arquitectura de edificios, macetas de concreto, pequeñas paredes divisorias, ha cambiado a lo largo del tiempo en la FES Acatlán por órdenes de sus directivos, justamente para impedir en la medida de lo posible la organización estudiantil. Casos como poner vegetación falsa en paredes para impedir la colocación de carteles, quitar el concreto alrededor de los árboles en la explanada principal donde se llevan a cabo las asambleas, incluso mandar grupos paramilitares para sacar a compañeras y compañeros que tienen liberados espacios (5 de abril del 2020 no se olvida), son parte de esta represión.

[10] Todas las carreras de la UNAM tienen un Comité que decide principalmente la parte final sobre la contratación de profesores de asignatura (votar para elegir a un profesor sobre otros en una nueva vacante), así como aprueba ciertas formas de titulación de las estudiantes. En nuestro comité había cinco figuras que votaban: el jefe del área de socioeconómicas, el jefe o jefa de la carrera de sociología, dos representantes de profesoras y profesores, y un voto de los representantes estudiantiles. En mi experiencia es un cuerpo colegiado con muchos vicios antidemocráticos.

[11] Lo memes tienen la capacidad de compartir sentimientos similares con otras y otras. Hay toda una socialización emocional en distintos grados que desembocan en ellos, por eso es que han ganado un terreno excepcional en la vida de las personas.

[12] Actualmente la página tiene más de veintidós mil seguidores, siendo más de la mitad de México, seguido por Colombia, Perú, Ecuador y Argentina, respectivamente.

[13] Cuando digo que lo hice de manera indirecta me refiero a que no saqué una publicación explícita buscando organizadores, sino que les invitaba en la parte de abajo de los comentarios de ciertos memes o publicaciones que tenían relación con el Café. Esto, porque sabía que si llegaban muchas personas la organización podía dificultarse en cuestiones como coincidir en un día y horario para el Café, o elegir un lugar para realizarlo.

[14] Alguien en el grupo mencionó la posibilidad de elegir un “Co-working”, un lugar en el que pagas por hacer uso de instalaciones, y tienes acceso a una sala de cierto tamaño, con sillas, mesas, baños, internet, pero consideramos que eso no era muy sociológico de nuestra parte, jajaja, por lo que lo ideal era apropiarnos de un espacio público.

[15] Por lo regular, una actividad de este tipo se recomienda que sea en un horario lo más cercano al mediodía, tipo de 13-15 horas o lo más tarde de 15-17. Era algo que ya teníamos en cuenta algunos, y que los mismos funcionarios de la BV nos decían, porque es cuando más gente entra en la biblioteca, lo cual favorecería para garantizar una asistencia concurrida. Sin embargo, me adelanto un poco, la sesión piloto que se hizo en el horario elegido mostró que la actividad tiene su propia audiencia garantizada, y que no tiene necesidad de “competir” (así nos lo dijeron los funcionarios) con las otras actividades de la biblioteca que se realizan en el mismo horario y en sábado.

[16] Comentando con mi compañera Gabriela (que también es parte de la organización, pero en la sesión piloto no pudo ir) concluimos que hay otro grupo donde están las personas que estudian economía, ciencia política, relaciones internacionales, comunicación, etc. A pesar de que también pertenecen a las ciencias sociales nos parece que existe una diferencia entre ellas y ellos y nosotros.

[17] La BV es visitada por muchas personas de otros países todos los días. Yo he visto cómo a estas personas no les preguntan sobre si traen una computadora en su mochila y pasan así sin más.

[18] Bueno, es obvio que dicha experiencia de disgusto se da más en mujeres que en hombres.

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