Apuntes sobre la segregación laboral femenina y su consecuencia en la producción de contenido erótico a través de Onlyfans

Andrea Reyes[1]



[1] Licenciada en Sociología por la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM. 

 



Históricamente, la situación de desventaja de las mujeres respecto a los hombres ha tenido lugar y se ha manifestado en los más amplios y diversos ámbitos de la vida social, entre ellos, el económico. Tal desigualdad se ve reflejada en la división sexual del trabajo, la cual ha venido perpetuando jerarquías en donde a la mujer se le atribuye la responsabilidad del trabajo doméstico y de cuidado no remunerados.

La señalada división sexual del trabajo no sería tan significativa para las mujeres si no viniera fuertemente acompañada de una valoración diferencial y fuertes repercusiones en sus condiciones de vida (Gómez, 2001). En ese sentido, la ruptura epistemológica del concepto de trabajo que tuvo lugar en las ciencias sociales a finales de la década de los 80 del siglo XX supuso abrir nuevas posibilidades de análisis sobre un objeto de estudio inédito hasta ese momento: el trabajo de la mujer. La discusión sobre la inserción de las mujeres al mercado laboral, así como sus efectos en la economía tiene ya varios decenios[1].

El género como categoría de análisis, se volvió parte constitutiva en la práctica dentro del espacio laboral de las mujeres, cuya visión vino acompañada de una revisión teórico-conceptual que conllevó a una serie de relaciones entre el género, el ejercicio de poder y la estructura capitalista. Como consecuencia de este condicionamiento de género emergió una enorme segregación ocupacional, la cual es uno de los aspectos que ha contribuido a la discriminación salarial en las mujeres por décadas.

Asimismo, con la intervención de la mirada feminista, el concepto de trabajo dejaría de identificarse exclusivamente con la producción asalariada para aplicarse también al trabajo no remunerado. Ya que, aunque la forma salarial sea la fuente más común e importante de renta, no es menos cierto que las sociedades occidentales entonces y actualmente se valen para su funcionamiento de una serie de trabajos o producciones precarias o “informales” cuya característica fundamental es su invisibilidad. Al respecto Carrasco se refiere a ellos como:

“Producciones “informales” (que, de facto, se corresponden con la producción que no aparece incluida en el PNB) o “economía complementaria” como se ha denominado en tono sui generis son la economía sumergida, algunas economías familiares de subsistencia, el trabajo doméstico y el trabajo voluntario (…) los más relevantes por su magnitud y contribución a la reproducción global de sistema son la economía sumergida y el trabajo doméstico” (1992, 98)

Ambas producciones se diferencian por la forma de remuneración (dineraria o en bienes), el tipo de actividades a considerar como trabajo, producción para el exterior o para el autoconsumo. No obstante, interesa destacar que la economía sumergida por tener carácter de ilegal es por definición una economía oculta.

Considerando lo anterior, para Oliveira y Ariza (1997) las diferentes formas de segregación y la discriminación laboral son manifestaciones de procesos de exclusión. El concepto de exclusión social se ha referido a grupos sociales históricamente desplazados.[2] En ese sentido, el género es una de las condiciones que reiteradamente se manifiesta en los mecanismos de exclusión, la propia construcción social que la caracteriza institucionaliza una forma de desventaja social: la asimetría entre hombres y mujeres.

La segregación social se suma a los procesos de exclusión relativa a las mujeres.[3] Oliveira y Ariza (1997) refieren el término segregar como: “…replegar a un espacio social para asegurar el mantenimiento de una distancia, para institucionalizar una diferencia que ratifica a su vez un determinado orden social” (15). Bajo esa idea, cuando el género es el criterio que norma la separación, son los atributos culturalmente construidos acerca de lo que es ser hombre o mujer los que delinean los límites de los espacios; la segregación hace posible el ejercicio del control social como uno de los mecanismos básicos de la división genérica.

Lo anterior tiene múltiples consecuencias: el escaso o nulo acceso a garantías laborales básicas como la protección o seguridad social y una limitada capacidad para organizarse y conseguir que se hagan efectivas las normas internacionales del trabajo y los derechos humanos, entre otras. Asimismo, se obtiene la brecha salarial que refuerza y desvaloriza las actividades calificadas como femeninas y niega el ingreso a puestos de trabajo reservados a los hombres (Parker, 1999). Lo dicho hasta aquí enfatiza una de las caras de la lógica del capital, la que da cuenta de sus consecuencias hacia el mundo del trabajo que quedó inhibido del empleo asalariado.

Aunado a lo anterior, la enorme crisis laboral y económica que desató el confinamiento por la pandemia mundial del Covid-19 llevó a muchas mujeres a buscar alternativas que les retribuyeran económicamente. En ese contexto, las denominadas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC’s) fungieron como herramientas indispensables y como órganos de publicidad para la venta y promoción de diversos productos, como ropa, accesorios, cosméticos y particularmente sobrevino la venta de contenido erótico, como fotografías o videos a través de plataformas virtuales. Así, la onmipresencia de internet modificó la dinámica, pero no cambió el fondo del problema: el condicionamiento de género como generador de desigualdades (Flores y Juárez, 2014).

Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2021) que levanta el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI)  tan solo en el primer trimestre del primer año de la pandemia el 33.9 por ciento de las mujeres empleadas perdió su trabajo y el 44.6 por ciento renunció o dejó su empleo (Véase Gráfica 1), estos porcentajes podrían ser evidencia de la sobrecargas de trabajo que asumieron las mujeres durante el inicio de la pandemia, provocando que recayera en ellas principalmente el soporte de los costos económicos, físicos y psíquicos de la crisis sanitaria.

Por otra parte, el 5.4 por ciento cerró su negocio propio, esto puede encontrar su explicación debido a que las mujeres tienen menores activos financieros y mínimo acceso a fuentes de apoyo para mantener sus negocios cuando se encuentran a la cabeza de uno. Además, cuando las mujeres trabajan por cuenta propia lo hacen -con más frecuencia que los hombres- de manera unipersonal, en labores de subsistencia, o que reditúan menos de dos salarios mínimos mensuales, y ocupan posiciones extremas en cuanto al número de horas trabajadas (menos de 15 o más de 48 horas trabajadas a la semana) (Oliveira y Ariza, 1997).

Para el tercer y el cuarto trimestre del 2020 hubo un aumento significativo en el porcentaje de mujeres que renunció o dejó su empleo, sin duda, una de las razones que surgen para explicar lo anterior es que las mujeres se continuaron encargando de realizar el 76.2% del total de las tareas de cuidado no remuneradas, esto es 3.2 veces más que los hombres a nivel mundial (Ramos, 2021). Lo anterior se puede constatar en la comparativa por género que se muestra en la Gráfica 2, al registrarse una diferencia significativa entre hombres y mujeres que se vieron en la necesidad de renunciar o dejar sus empleos. El porcentaje más alto se registró en el primer trimestre del año, cuando la pandemia comenzaba a cobrar fuerza, teniendo afectación principalmente en el sector femenino.

Gráfica 1. Mujeres desocupadas en México por causa, 2020 (Porcentaje)[4]


Fuente: Elaboración propia con base en Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2020)

Gráfica 2. Población desocupada por género porque renunció o dejó su empleo, 2020 (Porcentaje)


Fuente: Elaboración propia con base en Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2020)

Para el 2021, comenzó a disminuir el porcentaje con respecto al año anterior principalmente en el indicador de pérdida o término de empleo, el contexto nacional e internacional comenzaba a retomar estabilidad y se pretendía reactivar la economía, no obstante, el porcentaje de las renuncias continuaron en aumento, así como el porcentaje de los cierres de negocios propios.

Gráfica 3. Mujeres desocupadas en México por causa, 2021 (Porcentaje)[5]


Fuente: Elaboración propia con base en Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2021)

Ante la pobreza de ofertas atractivas del mercado laboral femenino, sumado al contexto de la crisis pandémica para muchas mujeres sobrevino la alternativa de la producción de contenido erótico en plataformas virtuales. Lo anterior, aunque criticado muchas veces a través de una visión estigmatizada, se comenzó a presumir como algo más rentable que las otras opciones que estaban al alcance de mujeres que se encontraban en situación precaria y/o con poca formación profesional.[6] 

La plataforma denominada Onlyfans,[7] abre espacio a creadoras y creadores de contenido para vender a través de producciones audiovisuales, productos que van desde recetas de comida, ejercicios, oficios y cuya viralización y extensión se asocia principalmente a los contenidos eróticos.[8] El perfil de las creadoras de contenido erótico de la plataforma es diverso, aunque todas ellas comparten, de alguna forma, una situación de exclusión económica y de precariedad en el mercado laboral (Chellouchi, 2021).

En definitiva, aunque se podría considerar que las creadoras de contenido son sujetos proactivos capaces de generar su propio contenido y establecer a conveniencia sus ganancias, es importante subrayar que siguen estando modeladas y controladas por grupos empresariales que concentran los medios y las plataformas,[9] en este caso, es Fenix International Limited. Además, el ingreso no necesariamente se podría traducir en autonomía y empoderamiento para ellas, podría ser también un complemento para la economía familiar.

Por otra parte, en la actualidad, la utilización de llamados telefónicos a los hot line, el video, los servicios de sexo por computadora, así como los chateos que posibilita internet junto con la exposición de determinadas páginas Web, responden a mecanismos de interacción capaces de apoyar a quienes eligen investir eróticamente los aportes de la tecnología y no sólo a los sujetos que las manipulan (Giberti, 1998). En ese sentido, el erotismo o sexo performado como actividad económica plantea, en cierta medida, una concepción de la corporalidad distinta. La vinculación a esta plataforma se asocia con una dinámica “empoderante”, una plataforma que permite a las mujeres apropiarse de su cuerpo y mostrar su sensualidad para expresarse.

Si bien en las últimas décadas los significados asociados a la sexualidad se han transformado, también otros aspectos muestran cierta permanencia. En ese sentido, se ha ido desarrollando una faceta desligada a la reproducción, asimismo, la sexualidad y las prácticas eróticas han asumido una amplitud de significados, permitiendo cierto grado de desarticulación entre el cuerpo y las discursividades que le dan significado a ésta. En ese tenor, parece pertinente abrir los sentidos sobre las prácticas corporales.

Es importante subrayar que desde el patriarcado las mujeres son socializadas para fungir como objetos eróticos al servicio masculino. En ese sentido, la legitimación de goces y placeres asociados con las prácticas erótico-sexuales y con la calidad de sujetos trascendentes de las mujeres constituye instancias que también son responsables por la construcción de las subjetividades del género y que, al no ser reconocidas por los universos culturales, aún se mantienen en tensión.[10] Algo interesante que valdría la pena plantear es que el poder y la dominación del uno sobre el otro nunca es absoluto, existen siempre formas de resistencia -una resistencia que para las mujeres toma la figura de la argucia-, de este modo, ¿se podría hablar de la reversión de la dominación masculina a su favor?

Aunque la dominación masculina pone de manifiesto el establecimiento de un sistema basado en la naturalización y legitimación de la violencia sexual de los hombres contra las mujeres que erotiza la desigualdad de género (McKinnon, 1993), al posicionar a las mujeres como un sector victimizado, se perpetua la imagen de la mujer como víctima de violencia sexual, dejando de lado el margen de acción de la agencia femenina y los cambios derivados de la propia agencia política de las mujeres.

Resultaría sumamente valioso considerar, acorde a la visión de Mahmood (2005) que las formas en las que personas interpretan los acontecimientos como liberadores u opresivos varían de formas impredecibles en función de la forma en que sus deseos fueron culturalmente construidos (pensado en la construcción de discursos reactivos o transgresiones a los estándares de género tradicionales, por ejemplo).

Asimismo, tener en consideración que las mismas leyes y normas que habilitan al sujeto, también lo limitan. En ese sentido, la agencia de las mujeres se encontraría condicionada;[11] la agencia ocurre en el cuerpo que resiste, se disciplina y autodisciplina, se performa o se sustrae a las normas (Lovell, 2000). Sería pertinente hablar de una agencia reflexiva, condicionada y también deseante, motivada por la necesidad y la angustia ante las limitaciones, pero también por una energía afirmativa que impulsa a decidir y a tomar riesgos.

Lo anterior, implicaría reconocer subjetividades múltiples y complejas, así como un tipo de agencia condicionada por el momento histórico en el que se ejerce, pero actuante. De este modo, la agencia no se reduciría a formas de lucha política consciente en contra de estructuras duraderas de dominación.

Referencias

Benería, L. (1987) “¿Patriarcado o sistema económico? Una discusión sobre dualismos metodológicos” en Amorós, C. (Ed.) Mujeres: ciencia y práctica política, Madrid: Debate pp. 39-54

Beechey, V. (1988) “Rethinking the Definition of Work. Gender and Work” en Jenson, J., Hagen, E. y Reddy, C. (ed.) Feminization of the Labour Force: Paradoxes and Promises, Nueva York: Oxford University, pp.45-62

Carrasco, C. (1992) “El trabajo de las mujeres: producción y reproducción (*) (Algunas notas para su reconceptualización)” en Cuadernos de Economía, 20, 95-109

Chellouchi, M. (2021) Trabajo erótico en Onlyfans en España: Experiencias y debates desde el feminismo [Tesis inédita de licenciatura] Universidad de Barcelona. Disponible en: https://n9.cl/ln2o8p  (Consulta: 20/07/2022)

Flores, M. y Juárez, C. (2014) “Las mujeres y el trabajo: diálogos que denuncian desigualdad de género” en: La Aljaba, 18

Giberti, E. (1998) “Erótica y Mujer. Introducción al tema” en La Aljaba, segunda época, III, pp. 15-42

Gómez. C. (2001) “Mujeres y trabajo: principales ejes de análisis” en: Revista Papers, 63, pp.123-140.

Humphries, J. y Rubery, J. “The reconstitution of the supply side of the labour market: the relative autonomy of social reproduction” en Cambridge Journal of Economics, 8, pp.331-346

Kenrick. J. (1981) "Politics and the Construction of Women as Second-class Workers" en Wilkinson, F. (ed.) The Dynamics of Labour Market Segmentation, London: Academic Press

Lovell, T (2000) “Thinking feminism without against Bourdieu” en Feminist Theory, 1,(1) pp.11-32

Mahmood, S. (2005) “Agency, Gender and Embodiment” en Politic of piety. The islamic revival and the eminist subjetc, Estados Unidos: Princeton University Press

MacKinnon, C. (1993) “Crimes of war, Crimes of piece” en Women’s Law Journal, (4), 1, pp.59-86

Oliveira, O. de, y Ariza, M. (2000). “Género, trabajo y exclusión social en México” en Estudios Demográficos y Urbanos, 15(1), pp.11–33.

Parker, S. (1999) “Niveles salariales de hombres y mujeres: diferencias por ocupación en las áreas urbanas de México”, en Beatriz Figueroa (coord.), México diverso y desigual: enfoques sociodemográficos, México: El Colegio de México/Somede, pp.376-389

Ramos, G. (2021) “El impacto social de la crisis de la COVID-19 en las mujeres” en Pensamiento Iberoamericano, (10), pp.123-131

Encuesta Consultada

Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE, 2021), población de 15 años y más edad / Instituto Nacional de Estadística y Geografía. El levantamiento de la encuesta se realiza por trimestres. El tamaño muestral fue de 126,000 viviendas a nivel nacional. El diseño de la encuesta es de panel rotatorio. Para más información de su metodología, véase: https://www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas/ Última consulta: 20 de agosto de 2023)

 



[1] Para mayor profundización acerca de puntos de apertura y consecuentes discusiones al respecto véase, entre otros: Carrasco, (1992); Rubery, (1978); Humphries y Rubery (1984); Benería (1983); Kenrick (1981); Beechey, 1988)

[2] A las mujeres y a los jóvenes, por ejemplo, se les ha denominado “nuevos pobres”, pobres no porque sus ingresos se sitúen por debajo de un mínimo socialmente establecido, sino porque les son vedadas las vías habituales de incorporación al tejido social, entre ellas el acceso a un trabajo estable y regular (Gaudier, 1993)

[3] El concepto de segregación fue acuñado inicialmente para señalar la norma social de separar a los niños de raza blanca y negra en las escuelas estadounidenses. De forma general se ha utilizado para describir situaciones de aislamiento de grupos minoritarios en el conjunto de la sociedad; en los estudios de género ha devenido un concepto central para destacar las desigualdades sociales de las mujeres en los mercados de trabajo (Oliveira y Ariza, 1994).

[4] Se omiten los valores de “Otras causas” y “Sin experiencia laboral”.

[5] Se omiten los valores de “Otras causas” y “Sin experiencia laboral”.

[6] También hay mujeres que llevan a cabo esta práctica a la par de sus trabajos formales.

[7] La plataforma digital se lanzó en 2016, es originaria de Londres. Actualmente ya dispone de múltiples idiomas y un gran número de países tienen acceso a ella. Para agosto de 2022 tenía registrados a 1,500,000 creadores y creadoras de contenido y 150,000,000 usuarios registrados.

[8] Las y los creadores de contenido reciben una ganancia monetizada en dólares por cada suscriptor. Las suscripciones pueden tener un precio, aunque, en ocasiones, el acceso a perfiles y contenidos puede ser gratuito, si el creador así lo permite. Este dinero, se gestiona dentro de la página web, los métodos de pago pueden ser a través de suscripciones mensuales, cuentas bancarias o Paypal. Además, son los propios creadores y creadoras de contenido quienes fijan la cuota mensual a pagar para el acceso a su contenido; la media de la cuota se sitúa entre los 6 y 25 dólares de los perfiles no profesionales (Chellouchi, 2021).

[9] Existen diversas opciones para poder aumentar el número de suscriptores y por tanto de ingresos, ya que en los perfiles se visualiza una especie de esquema tarifario en donde aparecen los contenidos a ofrecer: imágenes, videos, videollamadas, chateos, etcétera. No obstante, el modelo de negocio de la plataforma cobra un 20% del total de las ganancias.

[10] Resulta curioso como en el campo artístico, por ejemplo, si existe una diferenciación entre el erotismo y la pornografía, ya que al ser un campo privilegiado, dotado de poder, representación y manifestación, contribuye a objetivar y hacer públicas ideas y propuestas sobre el mundo social.  

[11] Se retoma el concepto de agencia de la teoría de la agencia de Archer (2007), para dicha autora, las personas actúan en la vida social en relación mutua con la estructura, la cual es externa y anterior a ellas. Para Archer las personas actúan frente a la estructura porque tiene muy buenas razones para hacerlo. Y las razones son causas. Esto se da incluso, bajo condiciones coactivas. Así, la teoría de la agencia se desarrolla en tres dimensiones: formas de acción, formas de identidad y formas de reflexión.

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